domingo, 18 de enero de 2015

Lucas 14:26 y 27 por Alfonso Vidal


Grandes multitudes seguían a Jesús, y él se volvió y les dijo:  «Si alguno viene a mí y no sacrifica el amor a su padre y a su madre, a su esposa y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, y aun a su propia vida, no puede ser mi discípulo.  Y el que no carga su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo. Se que hay hermanos confundidos con este pasaje y no juzgo eso. Jesús en Mateo 22:29 fue claro y nos declaró que nosotros fallamos mucho porque ignoramos su  palabra y el poder de Dios.
El significado de lo que dice el Evangelio está escrito para las personas de aquella época. Aunque es perfectamente válido en los tiempos actuales. Debemos entender entonces qué era lo más importante para los judíos y árabes de esos tiempos?: LA FAMILIA.
La esencia de la sociedad era la familia, y en occidente lo sigue siendo, ya que en su seno uno asegura su vejez y consagra su Fe. Pero para los hebreos era el tesoro que cada persona tenía para sí.
De los que iban a ver a Jesús, los que lo seguían y escuchaban, iban a pedirle cosas, a que les resuelva muchos problemas materiales: que los cure, los haga sentir bien, que les dé de comer ... Jesús para ellos era un "buen plan social", les daba comida y salud. Lamentablemente hoy sigue siendo igual para muchos y se acercan a la iglesias buscando satisfacer otros tipo de necesidades…Pablo les escribe a los hermanos en Filipos “
19 Espero en el Señor Jesús enviarles pronto a Timoteo, para que también yo cobre ánimo al recibir noticias de ustedes. 20 No tengo a nadie más que, como él, se preocupe de veras por el bienestar de ustedes, 21 pues todos los demás buscan sus propios intereses y no los de Jesucristo. Es impresionante que esta carta fue escrita desde la cárcel, también que los hermanos en Filipos estaban pendientes de la condición financiera de su hermano Pablo…pero aun así el Apóstol estaba al tanto de las necesidades de la Iglesia, y muy consciente de que no todos tenían el mismo corazón para Jesus. Seguir a Jesús es entonces otra cosa, y les dice algo que les mueve los cimientos de su vida: que para ser sus discípulos ellos deben renunciar a lo que consideran lo más valioso que tienen, la familia, y que además deben saber que quizás llegaran a ser tratados como delincuentes (de ahí de arrastrar la cruz de cada uno)
Renunciar a nuestra vida anterior (proviene del latín renuntiāre: Dejar  voluntariamente, es dimisión o apartarse  de algo que se tiene, o se puede tener) es un cambio de planes, es elaborar un nuevo proyecto para mi vida, es una conversión de vida.
Jesús nos llama desde este pasaje del Evangelio a que dejemos de lado los proyectos que elaboramos desde nuestras limitaciones, para adherir al plan que Dios ya tiene pensado para nosotros desde antes de la Creación. “los caminos que el trazó desde antes para que caminásemos por ellos” Esto es: caminar en sus planes de bien.
La única manera de dar respuesta cierta a los planes de Dios, es pedir al Espíritu Santo el entendimiento para saber lo que es grato a Dios.
Es por eso que con Dios hay renuncia, y a eso se refiere Jesús cuando la pide. Pues renunciamos a nuestra vida planificada, pobre y mezquina para cumplir los planes de Dios.
 
De los escritos de Moisés y Pablo, leemos instrucciones claras que describen la manera en que los hijos deben tratar a sus padres. Los libros de Éxodo y Efesios declaran que los hijos deben honrar a sus padres y madres (Éxodo 20:12; Efesios 6:2). Jesús y los escritores del Nuevo Testamento nos mandan a amarnos unos a otros, lo cual ciertamente incluiría a los padres. Para ilustrar la manera en que se debe amar al prójimo, Jesús contó la historia inolvidable del “Buen Samaritano” (Lucas 10:30-37). A la luz de estos versículos y los pensamientos que contienen, se puede deducir fácilmente que los hijos deben amar a sus padres. El amor por los padres no solamente es natural, sino también es mandado por Dios a través de las Escrituras. En su relato de la vida de Jesús, Lucas anota las siguientes palabras del Mesías: “Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo” (Lucas 14:26, énfasis añadido). Así que, ¿deberíamos amar y honrar a nuestros padres y a nuestra familia o deberíamos odiarlos?
No hay necesidad de explicar que muchos escépticos se han aprovechado de este enunciado de Jesús y lo han presentado como “prueba” de contradicción bíblica. En su libro The Skeptic’s Annotated Bible (La Biblia Anotada del Escéptico), Steve Wells cita Lucas 14:26 como un verso que contradice a Éxodo 20:12. Él además califica Lucas 14:26 como un versículo que va en contra de los valores familiares, y uno que representa un mandamiento injusto.
Lo cierto es que si se le diera a la palabra “aborrecer” en Lucas 14:26 la misma interpretación del tiempo moderno, entonces el enunciado de Jesús sería una contradicción, sería injusto e iría en contra de los valores familiares aceptables. Sin embargo, el que estudia este versículo descubrirá muy pronto que la palabra traducida “aborrecer” no siempre significa “despreciar, detestar, odiar o abominar”, los cuales son sinónimos del uso general de la palabra “aborrecer” en nuestra cultura moderna. En cambio, la palabra también puede incluir el significado de “amar menos”. La historia de Jacob, Raquel y Lea perfectamente ilustra el uso bíblico del término “aborrecer” en su significado “amar menos”. Para resumir la historia, Jacob amó a Raquel, y estuvo de acuerdo en trabajar por su padre Labán por siete años para casarse con ella. Al final de los siete años, Labán engañó a Jacob y le dio a Lea como esposa. Cuando Jacob descubrió el engaño, Labán le dio a Raquel como esposa, pero Jacob fue forzado a trabajar otros siete años por ella. En Génesis 29:30, la Biblia dice que Jacob “se llegó también a Raquel, y la amó también más que a Lea”. Pero en el siguiente versículo la Biblia dice, “Vio el SEÑOR que Lea era “aborrecida”, y le concedió hijos” (29:31 LBLA). Jacob no despreciaba, detestaba o trataba a Lea como una enemiga, como sugiere el uso moderno de la palabra “aborrecer”. En cambio, él simplemente amaba a Raquel más de lo que amaba a Lea.
Muchos eruditos en griego han combinado sus años de estudio para testificar que la palabra “aborrecer” (miseo) en Lucas 14:26 no significa “un odio activo”, sino “amar menos”. Añada a esto el hecho que, con sus últimas palabras, en ellas, Jesús honró a su madre y se aseguró que tuviera a alguien que viera por ella, una familia. (Juan 19:25-27). Entonces, el significado simple del enunciado de Jesús en Lucas 14:26 es que se debe estar dispuesto a cortar los lazos con la familia solo en caso de que esos lazos nos prohíban seguir y obedecer a Cristo. Por tanto eres  Bienaventurado si entiendes que el evangelismo comienza en la familia y que el señorío de Dios está siempre por sobre todo lo demás.